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Organización

La etimología de “organización” proviene del latín organum, ‘instrumento’. Dicho concepto, en el ámbito de la política, puede comprenderse como medio para lograr objetivos, o como órgano institucional. Cabría cuestionar si la primera acepción está desligada de la segunda. Para la construcción de esta definición, se plantea como un medio que dirige acciones realizadas por una colectividad –entendida como un conjunto de individuos independientes que persiguen un fin común– para cumplir objetivos en un momento histórico determinado, es decir, como instrumento histórico encaminado al cumplimiento de una misión histórica (Sánchez, 2003), no obstante, también se abordará en su segunda acepción.

 

A lo largo de la historia, el hombre ha impuesto un orden, una serie de clasificaciones que le permiten reconocer de manera más sencilla su realidad. En el ámbito político frecuentemente nos encontramos ante el llamado a organizarse, a conjuntar fuerzas para enfrentar una problemática social. Para ello, es necesaria una planificación. No basta con identificar aquello que debe ser modificado, sino actuar para solucionarlo, es por ello que Marx insistió en la necesidad de la acción, de la práctica consciente y organizada: “los filósofos no han hecho más que interpretar el mundo, lo que se necesita es transformarlo”.

 

En este sentido, para planificar es necesario un consenso –dependiendo el plano en el que se desarrolle la organización–, partiendo del análisis crítico del contexto. Criticar implica adquirir consciencia de algo, y actuar a partir de ello implica cambios. Es en este punto donde la organización tiene el papel mediador dentro de la colectividad. Como lo explica Lenin, organizarse es un proceso en el que la clase trabajadora adquiere consciencia política de su realidad y ejerce una lucha prolongada donde figuran propósitos, estrategias de acción y una clase participante. Asimismo, como asegura Concheiro (2014), involucra otros elementos como movilización, debate, reapropiación de la política y construcción programática a partir de proyectos e intereses colectivos.

 

Por otro lado, es fundamental la división del trabajo, es decir, un reparto de actividades y responsabilidades entre los participantes. Para poder abarcar una totalidad es necesario fragmentarla, en el sentido de que por medio de un conjunto de agrupaciones de individuos encargados de determinadas tareas, se logren acciones conjuntas. Para que dichas actividades confluyan es indispensable la dirección. Es aquí donde cabría mencionar el elemento cohesivo que propone Gramsci (1970), el cual corresponde al grupo de dirigentes formados –dicho de otra manera, los capitanes– que son capaces de establecer orden entre los participantes y las acciones. Siendo así, se trata de una estructura organizativa a partir de la organización de roles de los integrantes.

 

Es necesario comprender la organización como un medio del que se vale la colectividad para generar consensos, planificar constantemente, dividir actividades y direccionar sus acciones, las cuales responden a aquello que pretende modificar. De igual forma, hay que comprender a la colectividad como sujeto activo capaz de modificar su realidad en función de sus intereses y necesidades.

 

Por otro lado, la concepción de organización como órgano institucional, abordado desde los manuales de Ciencia Política, se define como el “subsistema de una esfera pública cuyos componentes tienen los derechos y deberes políticos especificados por las reglas o normas políticas, es fruto de un conjunto de circunstancias que privan en una etapa histórica” (Cole, 1961, p. 33). La organización política institucional es un cuerpo representativo que se rige bajo una política común que busca la integración y el orden de los participantes con miras a un fin colectivo. Es un espacio con perfil y nombre definido, proyectos declarados de manera normativa y estructura organizativa establecida. Es indispensable entender que institucionalizar implica fundar o establecer, y en este sentido, la organización como medio es el antecesor para la formación de un órgano institucional.

 

Por otro lado, para la construcción de esta definición es indispensable distinguir el plano en el que actúa la organización institucional. Puede figurar en el terreno de la la población o ciudadanía que no pertenece a ningún nivel de las estructuras gubernamentales; o donde fungen los aparatos del Estado. De esta manera, interesa poner énfasis en aquellas en que es partícipe el pueblo.

 

Es primordial comprender que la organización como medio es accesible y útil para cualquier colectividad –ya sea el estudiantado, los integrantes de una unidad habitacional, una colonia, una granja, un grupo de amigos, etc.– interesada en modificar sus circunstancias, en responder a problemáticas que se le presenten. Así, la colectividad es la participante y principal directriz de sus acciones y fines, es decir, participa para su propio beneficio. Retomando las palabras de Lenin, a través de una “lucha prolongada”, la organización puede consolidarse e institucionalizarse, y ello no implica que responda a necesidades de la clase política.

 

Por último, cabe precisar que la organización como medio y la organización institucional tienen puntos de convergencia y divergencia. Coinciden en que se construyen por las colectividades, se sitúan en un contexto específico y tienen el propósito de generar soluciones ante las problemáticas de interés común. Se diferencian dependiendo de los intereses a los que respondan. En México, la mayor parte de las organizaciones institucionales nacen y figuran en el plano estatal, he ahí la importancia de construir organizaciones populares capaces de tomar decisiones democráticamente, y actuar en beneficio de sus intereses.

 

 

 

REFERENCIAS

 

Cole, D. (1961). La organización política: Doctrinas y formas. México: FCE.

 

Concheiro, E. (2014). Reencuentro con Marx: Partido y praxis revolucionaria.

          México: CEIICH, UNAM.

 

Gramsci, A. (1970). Antonio Gramsci: Antología. España: SIGLO XXI.

 

Mandel, E. (1971). La teoría leninista de la organización. México: ERA.

 

Masset, P. (1973). 50 palabras clave del marxismo. Madrid: PAULINAS.

 

Reyes, J. (1973). La fuerza de la política. México: PRI, Comité Ejecutivo Nacional.

 

Sánchez, A. (2003). Filosofía de la praxis. México: Grijalbo.

 

Centro de Documentación y Difusión de Filosofía Crítica (CDyDFC)

 

 

Somos una agrupación estudiantil independiente conformada por jóvenes de distintas carreras  de la UNAM que trabaja principalmente en la formación política.

 

Las actividades y proyectos que impulsamos nos proporcionan herramientas teóricas y metodológicas para contribuir al desarrollo del pensamiento crítico y a la solución de los problemas de nuestra sociedad, desde un enfoque crítico y de izquierda.

 

Estamos en el cubículo 300, tercer piso de la Facultad de Filosofía y  Letras, UNAM.

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